11.5.09

Las mujeres sin huevos

Es como el cigarrillo: sabemos que es malísimo, que la gente se muere por su causa, que es maloliente, asqueroso y repugnante. Que nos estropea los dientes, el pelo, la piel, el pensamiento. Pero no podemos dejar de fumar.
Lo mismo nos pasa muchas veces en las relaciones con los hombres. Somos perfectamente conscientes de que debemos tratarlos de determinada manera. ¿Vieron cómo tratan algunas mujeres a sus hombres? Las “macanudas” y “buena onda” nos horrorizamos frente a los desplantes que les hacen a sus muchachos. Admiramos esa capacidad para enojarse de verdad, para pegar un portazo, despreciar un regalo, exigir el cumplimiento de sus caprichos. Sin temores, los enfrentan en público, los combaten, se oponen, desechan el “consenso”.
Sin embargo, hay algo allá dentro de nuestro corazoncito que nos dice que mientras más cagando los tienen, ellos mejor están. Que a ese capricho tonto, muchos lo llaman cojones, ser una “mina con convicciones”, y que eso les produce cierta admiración y respeto que mantiene más viva la llama del amor. Que a veces el consenso no es el camino, que hay que plantar bandera y decir hasta acá llegó mi amor.
Pero no nos sale. Y nos sentimos timoratas, inseguras, miedosas, faltas de personalidad, tontas. Sé que el camino de la sumisión no es el correcto, no sólo por convicciones personales, sino porque va contra mis propios intereses amorosos. Pero no podemos hacer otra cosa, tememos la reacción, el enojo y hasta el abandono.
No queremos ir a esa fiesta. Lo sabemos absolutamente. Y sabemos que él preferiría a una mujer que manifestara sus deseos y no una nulidad que dice a todo que sí. Pero sobre la hora, nos empezamos a vestir calladitas la boca, para evitar el kilombo. Vamos a la fiesta con nuestra mejor cara, y hasta lo podemos llegar a pasar bien. Pero no era esto lo que queríamos, no era así. Y con las venas hirviendo imaginamos las verdades que le hubiéramos dicho en la cara: “Ni loca voy a lo de esos pelotudos a perder mi tiempo con una sonrisa imbécil toda la noche hasta que a vos se te ocurra decir ¿Vamos?. Conmigo no cuentes,” . Esto lo pensamos mientras nos sacamos el abrigo en la casa de esos pelotudos y sonreímos imbécilmente.
Hoy (y digo hoy porque en relación a los afectos cambiamos de opinión todos los días) Señorita Corazón cree que el mundo es de las caprichosas. Díganme, queridas amigas, que estoy equivocada. Por favor.

10.2.09

Los muchachos de antes no usaban gomina

Cuando observamos el sorprendente comportamiento masculino del siglo XXI no podemos evitar la referencia a cómo eran antes nuestros muchachos.
No hablamos de antes del período jurásico, ni antes de la era cristiana, sino de antes de ahora, en nuestra propia vida, a fines del siglo XX, cuando escuchábamos (errores de juventud) a Miguel Mateos cantando “Tiráááá, tirá para arriba, tirá….” , y ellos, que pícaros eran, sobrecantaban la canción con un viril “Tirááá, tirame la goma, tirá..”. Ese antes en el que las chicas que llevaban a la práctica dicho estribillo eran contadas con los dedos de una mano, unas pioneras y auténticas zarpadas. Ese antes en el que los chicos te sacaban a bailar. Ese antes en el que se transaba en los reservados, de los cuales emergíamos sudorosos y despeinados, para ir a derecho a casita con mamá y papá. Ese antes en el que no existía el after hour, ni el chat, ni los mensajitos de texto. Cuando el que te llamaba al otro día tenía que pasar por el riesgo de que te atiendan los viejos, poner la caripela y responder a ese inquisidor “¿De parte de quién?”. Y arriesgarse a ver como era la que la noche anterior parecía Kim Bassinger a la luz del día.
Cuando la música que escuchabas en tu casa o en el walkman era la misma que ponían en el boliche y los cassettes eran compilados con los “movidos” del lado A y los “lentos” del lado B. y “el doble casetera” era un golazo.
En este antes, los muchachos se empiezan (muuuuy de a poco) a ponerse más, digamos, andróginos: modelos como David Bowie, los Duran Duran, y otros mil, se peinan con esmero, se delinean los ojos, se pintan los labios. El pelo largo se pone años después de moda, y muchos se embellecen con los beneficios del “marco de la cara” que tan bien explotamos las mujeres. Pero todavía no se habla de gays, ni de tríos, ni de peteras (no digo que no existieran, digo que no se habla).
La cuestión es que en ese antes los hombres estaban calientes. Querían besarnos, meternos una mano furtiva y tocarnos una teta y con eso les bastaba, al menos hasta la próxima. Se bancaban dos horas de lentos durante los cuales, en el mejor de los casos, nos besaban, nos besaban, nos besaban. ¡Qué bueno que estaba besarse por el solo placer del beso, despacito, más fuerte, de costado, con mordidita, molinete, hilito de baba (puaj)!!!!
Los hombres antes apretaban.
Teníamos tiempo de grabarnos para siempre su perfume, su aliento, el olor de su champú. Podíamos reconocer cada botón de su camisa, su lengua, su espalda.
Teníamos tiempo para desearlos.
Ellos disfrutaban del juego de la conquista: insistían, argumentaban, querían convencernos. Se esmeraban y querían, por sobre todas las cosas, estar con una mina.
¿Qué pasó, muchachos, con todo ese entusiasmo?

8.11.08

Lo que nos gusta….¿Es lo que nos calienta? ¿eh?

Muchas veces nuestra sexualidad se ve tapada por esos mandamientos estéticos, sociales, familiares, religiosos, etc, y tardamos mucho tiempo más del que nos animamos a confesar en descubrir qué nos calienta de verdad. Ahora sí, cuando lo descubrimos…¡agarrate, Catalina!!!

Mi teoría es que por eso los 30/40 están que arden.

¿Cuántos orgasmos fingimos hasta encontrar LA posta? ¿Cuánto tardamos en averiguar lo que REALMENTE nos calienta? Ese que te enloquecía de chica, divino, ¿lo imaginabas en el altar esperándote ansioso o acabándote en la boca? ( hoy Señorita Corazón está hecha una loca…! )

Porque convengamos en que no abundan los hombres que se detienen a descubrir tu goce, y menos a los veinte años, en cinco minutos, en una playa de estacionamiento…

Y nosotras solas tardamos en blanquear esos tórridos pensamientos de calentona. Sin embargo tus más terribles, ay, como decirlo, bueno…pajas, no eran pensando en Brad Pitt, sino en el padre de tu amiga: un veterano con cara de trucho, medio grasa, medio mujeriego, con el que no irías ni a la esquina. Pero que te agarraba y te partía como a un queso. En tu fantasía, porque en la realidad te da casi asquito.

Creo que a muchos hombres les pasa lo mismo: he visto muchísimos con unas novias hermosas, delicadas y diáfanas a las que corneaban descaradamente con una vieja, una gorda, una narigona…y no porque estaban borrachos precisamente.

Pero claro, ¿cómo aceptar que el que te calienta es el viejo de la tintorería y no el estudiante de ciencias económicas con el que estás saliendo? (¡pobrecita!)

De esto no se habla casi nunca, y pareciera que el terreno de las fantasías femeninas todavía no ha sido muy explorado.

Cuéntenme, pequeñas toquetas, que las calienta de verdad.

5.6.08

Por qué nunca les dijimos que eran un desastre ???

Hablando de sexo, todas hemos tenido relaciones espantosas por donde se las mire. Sobre todo cuando somos más chicas, ni nosotras tenemos en claro lo que nos gusta y lo que no, así que mal podemos pedirlo.
Pero, viéndolo en perspectiva… Dios mío … qué de paquetes nos hemos comido.
Y una vez que estabas ahí, que te habías sacado la remera…¿cómo parar? Mejor dicho, ¿Cómo pararlo?
Ya te diste cuenta que no iba a andar, algo no te gustó, no te enganchás, estás pensando en otra cosa. No te gusta su olor, o su piel, pensaste que iba a ser distinto, TE QUERES IR. Inventás una excusa, un olvido, no pasa. Él está como una pipa, imparable. Y es más sencillo resignarte, esperar que termine lo antes posible, que ponerte a discutir, aguantarte que te digan histérica, para que viniste (la verdad!), no vas a salir a las tres de la mañana a tomarte un taxi, Dios, para que vine. Que termine, ahhhh, sí, sí, dale, terminemos con esta pavada, ahhhhh, sí, me encanta, que termineeeee!!!!!!
Y él como un conejo, reemplazando maña con fuerza, y encima creyéndose homo eroticus super macho. Fingís un orgasmón, él cree que gozaste como loca. Pero si él NO TE INTERESA….y lo más probable es que no lo veas nunca más….¿Por qué no le decís que es horrible, que lo pasaste para la mierda, que ni aunque se quedara dos días saltando arriba tuyo llegarías a un orgasmo???
¿Será por conservar una buena reputación sexual? ¿Será por miedo? ¿Vergüenza?
Mirá, si de algo me arrepiento es de no haberle dicho a un par que eran de madera, patéticos, impresentables, completamente inútiles.
Señorita Corazón, la que se toma revancha, a la distancia.

27.1.08

No comemos vidrio

Ok. Con las perras está todo mal. Las odiamos, son muy trolas, etc, etc. Pero hay algo que aclarar: antes de los treinta (obvio, no soy tonta) preferible ser de las perras y no de las novias.
Veamos: A. Es más divertido, por supuesto. Es incomparable la sensación de salir con tu novio a bailar (puaj) todos los fines de semana (puaj e imposible), al vértigo que implica salir sin red, al levante. Ni punto de comparación. No saber con quién te vas a encontrar, revolear el culastro y ver que pasa alrededor es fantástico.

B. Las caras de las novias son imperdibles. Por supuesto que una buena perra es amiga (já) de sus novios. Una amiga ingeniosa, desprejuiciada y que encima la chupa como nadie. Una amiga que lo entiende de verdad, que no hace reclamos ni pone esa cara de traste y que a las tres de la mañana se quiere ir a dormir.

C. Si sos una perra de ley, podés hacer que la novia por momentos desaparezca del mundo. Ya sé que a la larga, bla, bla, pero antes de los treinta el a la larga bancátelo vos, que yo me conformo con un divertidísimo a la corta.

D. Ser perra alimenta el ego. Sentís ese poder, ese que es más fuerte que una yunta de bueyes. Y la carcajada es transparente, como campanitas, y el baile es importante, el perfume es sensual, ahhhhhh…..

Estaba buenísimo ser una perra. Hay momentos para todo y retirarse a tiempo es un logro inteligente. Pero quién te quita lo bailado, corazón.

11.12.07

Para ellos también hay ...

Últimamente escucho un reclamo desde la tribuna femenina que esta semana me ha llegado a ensordecer: Las mujeres no pedimos mucho, nos conformamos con un poco de ADULTEZ.
Parece que entre los varones esta es una virtud en decadencia.
Claro que la eternización de la adolescencia afecta a toda la gente, no distingue sexo, pero en el hombre hay como una especie de visto bueno, generalmente avalado por mamás (mujeres) y por novias.
Hoy veremos en particular a un grupo de muchachos: los que juegan al papi. Horror en puerta.
Estos señores se juntan todos los, digamos, miércoles. Después del trabajo, en unas horas sagradas, que no cambiarán por nada del mundo, así estemos agonizando en nuestro lecho de muerte. Dios mío, que feo un novio así.
Y juegan. Como si nosotras nos juntásemos con nuestras Barbies a jugar todos los viernes. Se enojan, se pelean, se gritan, se enojan con el referi, se patean, se ofenden, juran no volver más, vuelven, festejan. Hasta toman Gatorade, como atletas consumados. Juegan. A que son Franchéscoli, a que le sacan fotos, a esas cosas de chicos.
Y después, a la parrila. Asado, vino, fernet, risotadas.
Luego, no digo todos, pero muchos a La casita Azul.
Y volver medio mamado, desmayarse en la cama, y a aguantarlo roncando. Dios, después dicen que la soledad es mala compañera.

1.12.07

Las chicas de Beige

Hay otro tipo de mujeres que Señorita Corazón no soporta: Las chicas Beige.
Veamos: Pelo lacio, largo en la juventud, carre en la madurez.
Aros de perla. Anais Anais cuando era joven. Anillo de oro con las iniciales, luego los pequeños colgando del cuello (¿Qué diría Freud de esto?). Bronceada todos los veranos de su vida. Y mucho beige, que siempre queda bien y no provoca sobresaltos.
Siempre son insoportables, pero explotan entre los treinta y los cuarenta, cuando ya dan ganas de tirarles barro.
La plata ordenada en la billetera, tarjetas de crédito en su compartimiento adecuado, las uñas impecables, los hijos ni te cuento.
Ustedes dirán: Pero hay que tener plata para ser una chica Beige? No necesariamente, pero la verdad es que se va dando solo. Como se casan con pibes tan pero tan caretas que generalmente terminan siendo contadores, abogados o símil; muchachos de poco salir (por lo menos al principio) con el que inician una familia careta, llena de hijos, autos y perros.
No hay cosa peor que una chica Beige queriéndose hacer la zarpada, insoportable. Por supuesto que esto ocurrirá una vez en su vida, y se lo contaran a sus nietos como una travesura, el día que tome de mas, ay que loca!!
Básicamente, no saben nada de nada: música, escuchan cualquiera que este en la radio (en la época en que había bandas increíbles, ellas escuchaban a Cesar Banana Pueyrredon); politica, no saben nada ni les importa, pero a la hora de votar lo haran por el mas coservador; sexo, no creo que sea honesto llamar asi a lo que ellas practican y siempre estan hartas de que el marido tenga ganas y ellas no; cine, lo obvio: Brad Pitt, Bridget Jones (puajj), George Clooney; comida, piensan que una tarta de zapallitos es riquísima y toman agua saborizada; hijos, por supuesto, varios, en colegio con uniformes escoceses y nombres acordes (Delfina, Tomas y otros).

La chica beige cambia después de los cuarenta y pico.
Ya hablaremos de ella cuando el mundo no era tan feliz como le habían contado.
Porque no son clásicas, son conservadoras, que es distinto.
Porque se hacen las solidarias y a la mucama le pagan cuatrocientos pesos.
Porque todo las horroriza.
Porque piensan, actúan y crían a sus hijos sin apertura, haciendo de este mundo un lugar chato, poco creativo, tonto.
Y, fundamentalmente, en oposición con las Chicas Bardo, porque la Chica Beige especula.
No hace las cosas desde el corazón, sino desde la conveniencia.
Porque pudiendo ser, no son nada.
Y porque no me las banco.
Señorita Corazon, la que se los dice en la cara.

13.11.07

Lo que tú quieras Oír

Sofía llega a casa tras un largo día de trabajo. Charla con una amiga y prepara una cena para su novio. Pero algo sucede y se ve obligada a elegir entre la realidad, la ficción o algo que está a medio camino entre ambas cosas. Lo que tú quieras oír es una historia de amor sobre la relación entre la ficción y la realidad. Sobre como algunas mujeres necesitamos creer lo que queremos. Este corto de 10 minutos de el español Guillermo Zapata, ha sido vista por más de dos millones de visitantes en youtube.


www.loquetuquierasoir.com

Amamos a las chicas Bardo (1)

En este mundo tan frío y desamorado, donde el dinero es el rey para muchos, Señorita Corazón exalta a las mujeres que hacemos las cosas por amor, con el corazón en la mano, desbordadas, como hemos estado tantas veces, porque convengamos que la mayoría de nosotros maneja su inteligencia emocional de grande (y cuando ya metimos tantas veces la pata que es inútil).Por eso vamos a iniciar un ciclo de Chicas-Bardo, que por equivocarse por amor nos caen simpáticas y les perdonamos la vida.En nuestra primer entrega nos vamos a referir a Paula Yates. En Argentina no es muy conocida, acomódense el rodete que vamos a chusmear.Inglaterra, país de bardos de verdad. Ahí el que se revienta, se revienta, no anda con chiquitas. Bueno, nuestra heroína era fanática del rock. Desde jovencita se calzó los borceguíes y empezó a perseguir guitarristas, bajistas y bateristas. No era divina, pero tampoco estaba mal, y con mucha actitud, logró transarse a varios.Un conocido le ofreció sacarse la ropa para la revista Penthouse y Paula aceptó chocha.Ahí se hizo un poco famosa, y conoció a Bob Geldof (el de The Wall, el de Live 8) que en ese momento era bastante conocido. Con mucha maña, lo enamoró y se casaron en Las Vegas, ella de rojo y él con galera, hermosos y divertidos. Tuvieron tres hijas a las que les pusieron nombres largos y difíciles. Hicieron dos programas de TV juntos, ella conducía y el producía: The Big Breakfast (en el que Paula desayunaba en la cama con un famoso) y The Tube, donde bandas tocaban en vivo.Todo iba de maravillas hasta que el invitado al programa fue Michael Hutchence, el cantante en ese momento de Inxs, Uno de los más lindos, sin duda. Un galán, al que Paula ya le había echado el ojo y el marido se lo puso en la cama para desayunar. Ella murió de amor y él, que ya estaba cansado de las bellezas (su novia era la modelo Helena Crstiansen), fue seducido por la actitud de Paula.Total que se pasaron los teléfonos y se encontraron al otro día en las afueras de Londres. Imagínense a ella yendo a ese encuentro, el corazón se le saldría de la boca. Fueron a un hotel; pero alguien los reconoció, llamó a la prensa (que en Inglaterra es feroz) y al otro día Bob se levantó con unos cuernos enormes y con su mujer en la tapa de los diarios de todo el país saliendo de un “mueble” (já!) con el rockero ganador. Un bajón, pobre Bob. Ella aprovechó la frenada y se bajó del matrimonio y, feliz y contenta, se fue con Michael a vivir.Pero Bob había quedado herido y él en Inglaterra es un ícono, de hecho es Sir. Y se puso como loco: le sacó la tenencia de las tres nenas, acusándolos de faloperos. La policía les encontró sustancias y el juez falló a favor de Geldof. Esto rodeado de miles de paparazzis, reportajes con ella llorando, él llorando, defendiendo los derechos de los padres, etc, etc. Un culebrón.Paula queda embarazada de Michael. Bien por ella, que levante la mano la que no hubiera hecho lo mismo. Nace la nena y le ponen Tigre Lily que es el nombre de una flor.Michael y Paula odian a Bob, lo acusan de haberles puesto la droga para quedarse con las chicas. Bob odia a Michael, primero porque es divino, porque le sacó la mina y porque le hace mala prensa.Una noche Michael estaba en Sydney esperando a Paula que iba a pasar Navidad con él y las nenas. En el bar del Ritz se tomó todo. Subió a su cuarto y llamó a Paula, en esos llamados de borracho solitario. Ella le confirmó que no iba a poder ir a pasar las fiestas con él, porque Bob no le daba a las nenas. Michael se enfureció y a las cinco de la mañana llamó a lo de Geldof. Lo puteó, le gritó, lo escupió. Dicen los archivos judiciales que Bob no entendía la mayor parte de lo que decía, pero digamos que se hizo la idea.A las ocho de la mañana, Michael estaba colgando de un cinto en la habitación del hotel, desnudo y muerto.Paula entró en un enorme pozo depresivo. Se peleó con la suegra, que en pleno velorio de encajó un sopapo y la acusó de haberle arruinado la vida a su hijo. Se peleó con todo el mundo y se encerró en su casa de Notting Hill a llorar para siempre, con la hijita de ambos.Pasaron tres años espantosos: ella era una muerta en vida, a puro vodka y heroína.Una mañana llama una amiga y atiende Tigre Lilly: Mamá está durmiendo. A las cuatro horas vuelve a llamar y la nena responde lo mismo. La amiga se preocupa, y va a la casa de Paula, encontrándola muerta por sobredosis de heroína, con la nena vagando por la casa.La chiquita, con ambos padres suicidados, es reclamada por los abuelos paternos. Pero el juez dice que no, y se la da en custodia permanente al ser que su papá odió hasta la muerte: a Bob Geldof.Nuestra Paula cometió un enorme pecado dejando a sus hijas sin mamá. Pero su amor por Michael fue tan, pero tan fuerte, que no hubo herencia millonaria que la consolara, sólo quería volver a dormir con él.Una auténtica seguidora de los principios de Señorita Corazón.

5.11.07

Bon jour, tristesse ...

El amor tiene momentos maravillosos. Y momentos muy, muy tristes.
¡Qué triste es el día en que nos damos cuenta que nuestro amor, tan erguido y orgulloso al principio, es igual al de todos!
Recuerdo cómo nos burlábamos de esas parejas que ni se hablaban en el restaurant, nos reíamos con la plena seguridad de que nuestra inteligencia nunca nos iba a permitir llegar a ese espanto. Y aquí estamos. Lo único que nos faltaba eran años. Y la inteligencia para esto no sirvió o no se usó.
Qué triste es ver que es igual dar o no el beso de las buenas noches. Qué triste es sentirse fastidiosa, que lo que contás no interesa, que ya se sabe, que ya lo sabe, que “otra vez la historia del examen ese…¡ya me lo contaste mil veces!”
Pero lo más triste es darse cuenta que una no siente así, que una no se cansó, que sigue queriendo y que no le es lo mismo sin el beso de las buenas noches.
Y no querer caer en al absurdo clishé de la separada (malísimo), pero no querer entregarse.
Qué triste, pero qué triste está hoy la Señorita Corazón.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpaaaaa ...

En la Argentina muchas de las Señoritas Corazón nos hemos criado en una cultura católica, aunque no hayamos ido a misa todos los domingos. Esa formación nos hizo ver, mejor dicho, espiar, muchas cosas de la vida de un lugar culposo, vergonzante.
A veces parece que pasó muchísimo tiempo, pero hasta hace poquitísimo se mostraba la sábana con la sangre de la virgen luego de la noche de bodas. Hoy el pete está de moda, pero hace pocos años los muchachitos morían por encontrar una que lo hiciera (y ni hablar si se la tragaba!). Los chicos dicen que hoy es el sinónimo de transar de hace unos años.
La cuestión es que lo que se hacía generaba, de una u otra manera, una enorme dosis de culpa. No sólo en el terreno sexual; culpa por no ser buena hija, culpa por no estudiar lo suficiente, culpa por ser mala madre, culpa por no defender nuestra vida a capa y espada, culpa por pasar las Fiestas en Claromecó (“Cuando hay miles de personas que cruzan el planeta para estar con sus padres!!!!”)
La buena chica: se queda con los padres acompañándolos cuando todos se han ido; tiene la casa impecable; no sale, ni se mama, ni putea, ni……
La mayoría no hemos sido “buenas chicas”, pero en algún lugar de nuestro corazón, la Culpa ha corroído nuestra personalidad. Es más, creo que lo que ha posibilitado que muchas mujeres trasciendan (Frida Kahlo, Simone de Bevouir, Madonna) fue su falta de sentimiento culposo, que básicamente es un enorme paralizador.
En países cuya formación no es católica, la Culpa no es tan fatal (aunque igual son re pacatos y muy caretas).

Tengo una anécdota: Una vez estaba en Suecia (porque la Señorita Corazón es internacional, sorry). Yo tenía alrededor de 25 años y todavía vivía con mis padres, como una buena chica. En una fiesta llena de suecos (no puedo evitar pensar mil chistes malos), me preguntaron acerca de mi formación religiosa (los suecos son de hacer ese tipo de preguntas antes de querer tirarte los kilos sólo si están bien mamados) y yo, más por costumbre que otra cosa, respondí “Católica”. Una sueca dijo “Uh, ¿Entonces pensás llegar virgen al matrimonio?”
-Jaja,ja!!- dije- No…nada que ver!
-Y qué, ¿No usás preservativo?- insistió otro
-¿Por?- pregunté con cara de asombro
- Porque su Papa no se los permite!!!
Y ahí entré en una confusa explicación sobre que bueno, en realidad, mmmhhh, no es taaan así, en síntesis les dí a entender que lo que dijera el Papa me tenía totalmente sin cuidado y que en realidad me chupaba un huevo lo que dijera ese pollerudo chupa sangree…en fin, me exalté y en un segundo tiré por la borda mi convicción de hacía tres minutos atrás.
Luego me preguntaron con quién vivía, refiriéndose a si tenía pareja o no. Yo, volviendo a la buena chica, ya más calmada de mi exabrupto anterior, sonreí y con mi mejor cara de boluda dije : “Con mis padres” (siempre pensé que “padres” suena mejor que “papá y mamá”; como “cuarto” suena mejor que “pieza”, pero ese es otro tema). Y ahí sentí que me miraban como a un aparato, como a esas chicas medio border que no son completamente taradas pero que tampoco dá para que vivan solas.
-Noooo!- grité al darme cuenta de la realidad- Lo que pasa es que la situación económica, bla, bla, bla……
Y entré en una larga y confusa perorata sobre Latinoamérica y su pobreza (y de paso los hice sentir explotadores y chupasangres, yeahh), y listo. Para ese momento ya habían tomado su segunda cerveza y ya no les importaba más nada.

Observarán Uds, queridos lectores, qué confusión de ideas, que choque de ideologías. Allá es impensado que una chica no se vaya de la casa alrededor de los 18 años. Impensado para la hija, pero también para los padres que consideran parte de la educación el hecho de que se hagan independientes. Más allá de la situación económica, acá hay una especie de concepto de “buena chica” a la que se queda en casita hasta que la vengan a buscar para llevarla al altar (¡y cómo tarda a veces!).

La Culpa. Lanzarnos a la vida, aparte de miedo, da mucha Culpa. Es tan fuerte la Culpa en nuestra sociedad que dejamos que se nos pudra la Vida con tal de no enfrentarla.
Seguro seguiremos hablando de la Culpa. Qué sé yo, de última nos ahorramos unas visitas al psicólogo (que por otro lado, ¿por qué creen que anda tan bien por estos lares? Ehhh?).
Señorita Corazón, con el alma llena de amor….y de culpa.

1.11.07

Amenazas sobre el bidet

Cuando las mujeres iniciamos una relación estable, y después del tremendamente agotador esfuerzo de llegar a este punto (já!), o sea a la parte en que terminan los cuento; después del baile, con el zapatito exactamente de nuestro número; después del desenfreno amoroso (bueno, póngale onda) del inicio, en algún momento y por alguna circunstancia aparecen los macabros celos.
Quizá reapareció una ex, quizá un encuentro casual, una mirada, en fin…alguna situación en la que esa espantosa sensación se apodera de nosotras y se termina la racionalidad. Dejamos de ser esas mujeres analíticas y sensibles para convertirnos en hienas llenas de veneno, con la autoestima por el suelo, miedosas, agresivas, heridas, resentidas.
Muchas son las cosas que producen los celos; ya hablaremos sobre ellos. Pero lo que hoy nos inquieta es saber si las amenazas ( que van desde un cariñoso “no te hagás el vivo” hasta “te quemo la cara con ácido”) sirven para algo.
Una amiga asegura que la mujer celosa lo primero que debería saber es que le está dando ideas a la pareja. Y que una mujer que no había sido ni registrada empieza a generar curiosidad. Agrega que no hay cosa peor que contarle a un hombre lo tremendamente puta que es una amiga, que a partir de allí se desata una manada de ratones en el cerebro masculino.
Otra dice que los celos son inseguridades puestas en el otro.
Una más sentencia: “El ya sabe que conmigo no se jode, que si lo pesco en una se termina todo”.
Alguien que va a ser infiel:¿dejará de hacerlo por temor a las amenazas? Y, aparte de hacer sentir malísimamente a alguien querido, ¿sirven para algo?
“Te voy a decir algo: Si alguna vez yo me llego a enterar….” Ayyy, Señor, qué feas podemos ser!!!
Quizá algunos funcionen mejor con la rienda corta. Básicamente me parece todo una gran estupidez, pero una vez en el baile lo bailaremos lo mejor posible. ¿Es la fidelidad un bien a asegurar?
Y ojo como mirás a esa del escote, que Señorita Corazón todo lo ve. Sí, claro, seguro que no lo viste, ella está tan discreta y vos estás casi ciego!